por Wolfggan José Reina Huize | 9 Feb, 2021 | Blog
Si un niño se acostumbra a recibir la gran cantidad de información que los teléfonos móviles permiten a una edad muy temprana, la realidad les parecerá aburrida, sus niveles de atención disminuirán en las situaciones del mundo real, mucho más lentas que en el mundo virtual, no serán capaces de concentrarse en el colegio y rendirán mucho peor.
El uso excesivo de la tecnología, debido a las características placenteras de ella, hace a los niños muy proclives a las adicciones, además, las pantallas y los juegos activan a los niños, dificultando y empeorando su sueño, el uso excesivo de las nuevas tecnologías también se relaciona con el aumento de la obesidad y el sedentarismo, se recomienda que el uso diario de las tecnologías en niños menores de 2 años sea de 30 minutos y para niños más mayores entre 1 y 2 horas es suficiente.
Los padres o responsables de los niños deben realizar actividades en familia que no impliquen tecnología, como juegos de mesa, puzles o actividad física, la mejor manera de limitar el uso de la tecnología es dando ejemplo.
por Enniko Bihar | 11 Jun, 2020 | Blog
Lo cierto es que el éxito de la pantalla chica no está dado por la calidad de sus programas sino de la necesidad de evasión que sufre el hombre en su cotidianeidad, intentando olvidar la monotonía, la mediocridad y la imposibilidad de proyectos reales para un cambio significativo. Se consumen programas en los cuales nos identificamos fácilmente con algún personaje pues la vida real nos lo niega. Esto nos lleva a pensar que no estamos conformes con nuestra existencia.
La noticia se transformó en espectáculo, sin importar el contenido del mensaje: el asunto principal es llenar espacios con muchas novedades a tal punto que cada individuo puede ahora proporcionar una noticia. Pensemos en varios programas televisivos, donde la gente habla de su vida y de su intimidad sin filtro.
La edad postmoderna está obsesionada por la información y la expresión. Todos podemos ser locutores y ser oídos. Cuanto más se solicita la subjetividad, más anónimo y vacío es el efecto. Nadie en el fondo está interesado por esa profusión de expresión, salvo el emisor o el propio creador. Así es como el emisor se ha convertido en el propio receptor.
Los equipos de transmisión de sonidos, de imágenes, seducen a las personas y queda bloqueada la real comunicación entre los seres humanos. Son imágenes, sonidos, secuencia de imágenes fragmentados en tiempos pequeños, que no permiten la posibilidad de ordenarlos en una secuencia que responda a nuestro ciclo vital, a nuestro sentir o vivir.
La publicidad se impone sin permitir el discernimiento. Es el Amo de esta dialéctica. Es Amo mientras haya consumidores, pero a su vez es también Esclavo pues necesita de ellos para que funcione con éxito el consumo.
La seducción del consumidor se hizo realidad. Se vive en un mundo de simulación, para las expectativas, para lo que vendrá, olvidándose que es en nuestro presente que podemos desplegar nuestras potencialidades. Proponiendo continuamente nuevas necesidades, la publicidad se contenta con explotar la aspiración común al bienestar y a la novedad. Poder estar o tener algo novedoso es por muy poco tiempo. El mañana presenta una nueva opción y un nuevo deseo.
por Enniko Bihar | 11 Jun, 2020 | Blog
Una extraña y nueva sociedad surge visiblemente ante nosotros donde se percibe un malestar que es consecuencia de la desorientación frente a un mundo creado por el mismo hombre. Estamos inmersos en una cultura no sólo extraña, sino contradictoria donde la prematura llegada del futuro hace cada vez más difícil seguir el paso de la realidad.
El “deseo de tener” desarrolló una civilización comercial: equipos de audio, teléfonos inalámbricos, televisores, computadoras para el hogar, radios y demás sistemas de comunicación que se adquieren febrilmente, para obtener un resultado paradójico. A partir de su adquisición ya nadie se comunicará, ya no habrá más alteridad. No hay más posibilidad para el consenso o el disenso. La era de las comunicaciones supone un deterioro de la comunicación humana. La simple presencia de la televisión cambia las relaciones familiares a punto de dejar sólo un vestigio de ellas.
Todo el Universo llega a desplegarse arbitrariamente en nuestra pantalla doméstica con información inútil y excesiva que nos llega desde el mundo entero. Estamos sobreinformados por crónicas periodísticas cuya característica está en los comentarios cortos, claros y sencillos. No habrá necesidad de memoria, de referencia o de continuidad, todo debe ser comprendido de inmediato. Si bien la información llega, el acontecimiento se olvida pues es expulsado por otros más espectaculares.
Hay una voracidad en consumir noticias, algo nuevo cada hora, pero perdemos la actualidad de los datos por la rapidez del cambio.
Los principios de la comunicación se basan en seducir al público, distraer, presentar la actualidad como candente, lograr el efecto necesario para “enganchar” a la mayor parte del público a ritmo rápido. La imagen debe distraer, retener la atención y asombrar. La velocidad y “transparencia” de los mensajes no requieren del cuidado, crítica y progreso de nuestro intelecto. Es más fácil ver que leer y pensar.
“Estamos en una cultura de la comunicación y de la información, pero sin secretos, una cultura que todo lo muestra ya que es demasiado transparente. Es la obscenidad de la inmediatez de todas las acciones y de todos los acontecimientos. Es en esta obscenidad que llega su fin toda representación, toda creación.” – Jean Baudrillard
por Miriam | 12 May, 2020 | Blog
Antes de la pandemia muchos psicólogos y pacientes se daban el lujo de cuestionarse si era o no rentable dar sesiones a través de las pantallas. Hoy no es una opción. Quienes quieren continuar o iniciar un tratamiento requieren hacerlo a través de las herramientas que internet nos provee: resulta incierto cuándo retomar una psicoterapia cara a cara. No sólo nos sometemos ante las inclemencias del virus, sino que también transformamos nuestra manera de trabajar. Y a partir de esta “crisis” lograremos replantear la comodidad de trabajar en línea.
Honestamente, ¿sirve la psicoterapia en línea?
Sí. Tiene prácticamente la misma efectividad que un tratamiento normal, siempre y cuando tanto el psicólogo como el paciente estén comprometidos y su relación terapéutica funcione (lo que es fundamental en cualquier proceso). La limitación existe en cuanto a casos excepcionales que requieran atención psiquiátrica más compleja. Pero, es posible tratar afecciones menores, aún que impliquen fármacos, que son las más comunes.
¿Qué ventajas tiene?
Además de que evita el tiempo y el costo de traslado, por lo general el rango de precios es más barato que una terapia presencial. Por ello, es más fácil seguir el tratamiento y lograr los objetivos del paciente. Además, tiene la ventaja de ser accesible a personas con limitaciones físicas o con dificultades de movilidad.
¿Y los contras?
Lo primero es que es necesaria una conexión suficientemente eficaz a Internet y una plataforma cómoda para ambos. Es cierto que se pierde en cierta medida el lenguaje no verbal, pero los psicólogos suficientemente ávidos son capaces de traspasar esta barrera.
Entonces, ¿vale la pena?
Definitivamente. Más que por los beneficios que ofrece a favor de los pocos contras, porque está ocurriendo una revolución a nivel social que nos invita convertir a la tecnología en nuestro aliado. No nos quedemos fuera de la evolución.
por Miriam | 12 Abr, 2020 | Blog
La cotidianidad ha cambiado: Las calles están vacías. Pocas personas se atreven a salir, y están protegidos por guantes, cubre bocas y caretas. El ambiente huele a alcohol en gel, y nadie se atreve a interactuar con otros. Esperamos volver a la “normalidad” (¿cuál normalidad? nunca hubo algo así), minimizando los efectos permanentes que esta pandemia puede traer.
¿A qué ha venido el virus? Si nos atrevemos a profundizar y dotar de significado nuestra realidad, podremos entender algunos fenómenos que se están desarrollando. Estamos “obligados” a pasar una gran cantidad de tiempo frente a las pantallas, pronto empezará a desistir parte de la población que asistía al gimnasio y ahora trata de mantener su condición desde casa. El refrigerador es la puerta que más seguido abrimos, y hemos modificado nuestros horarios de sueño. Los medios y la responsabilidad social nos ruegan que nos quedemos en casa, que nos aislemos y resolvamos todo a través de los dispositivos con los cuales “tratábamos” de limitar nuestra compañía. Bueno, finalmente lo tenemos: tiempo infinito para desperdiciar en Internet con contenido irreverente. La sobredosis de electrónicos nos hará evolucionar como seres encorvados, con ojos saltones y dedos incapaces de deshacer un nudo, sólo para typear. Seremos personas sedentarias, con respiración entrecortada y nos desenvolveremos torpemente “en vivo” con otros. Olvidaremos lo que es modelar nuestro comportamiento porque estamos con más gente. Dejaremos de lado todo lo que nos convierte en seres humanos y nos arraigaremos a lo que nos robotiza aislándonos de los demás.
Tal vez esto sea parte del plan del destino, del calentamiento global, el calendario maya o cualquier fe que profesemos: el mundo se va a acabar. Pero es preciso añadir a esa frase “como lo conocemos”. El mundo, como lo hemos conocido hasta hoy, tiene que acabarse. No es posible que nos convirtamos en el instrumento de la tecnología, recordemos que es ésta la que está a nuestro servicio y no a la inversa. Si no nos atrevemos a cambiar el cause de la corriente al que esta pandemia nos ha acorralado, olvidaremos lo que es ser humano. Tal vez esto sea un piloto del futuro que nos demuestra a nivel mundial que podríamos llegar a ser obsoletos. Es la suma de la evolución tecnológica junto con la debilidad humana que podría transformarnos. Dichosos aquellos que puedan sentir el sol en su piel, que puedan darle la mano a alguien o que todavía recuerdan el olores, pesos y texturas. Si bien aún no hemos descubierto por qué está esta pandemia aquí, no podemos permitir que su objetivo nos defina. Retomemos nuestra calidad irremplazable como humanidad para fijar nosotros el objetivo de nuestra vida.
“Temo el día en la tecnología sobrepase nuestra humanidad; el mundo sólo tendrá una generación de idiotas” Albert Einstein