Una extraña y nueva sociedad surge visiblemente ante nosotros donde se percibe un malestar que es consecuencia de la desorientación frente a un mundo creado por el mismo hombre. Estamos inmersos en una cultura no sólo extraña, sino contradictoria donde la prematura llegada del futuro hace cada vez más difícil seguir el paso de la realidad.
El “deseo de tener” desarrolló una civilización comercial: equipos de audio, teléfonos inalámbricos, televisores, computadoras para el hogar, radios y demás sistemas de comunicación que se adquieren febrilmente, para obtener un resultado paradójico. A partir de su adquisición ya nadie se comunicará, ya no habrá más alteridad. No hay más posibilidad para el consenso o el disenso. La era de las comunicaciones supone un deterioro de la comunicación humana. La simple presencia de la televisión cambia las relaciones familiares a punto de dejar sólo un vestigio de ellas.
Todo el Universo llega a desplegarse arbitrariamente en nuestra pantalla doméstica con información inútil y excesiva que nos llega desde el mundo entero. Estamos sobreinformados por crónicas periodísticas cuya característica está en los comentarios cortos, claros y sencillos. No habrá necesidad de memoria, de referencia o de continuidad, todo debe ser comprendido de inmediato. Si bien la información llega, el acontecimiento se olvida pues es expulsado por otros más espectaculares.
Hay una voracidad en consumir noticias, algo nuevo cada hora, pero perdemos la actualidad de los datos por la rapidez del cambio.
Los principios de la comunicación se basan en seducir al público, distraer, presentar la actualidad como candente, lograr el efecto necesario para “enganchar” a la mayor parte del público a ritmo rápido. La imagen debe distraer, retener la atención y asombrar. La velocidad y “transparencia” de los mensajes no requieren del cuidado, crítica y progreso de nuestro intelecto. Es más fácil ver que leer y pensar.
“Estamos en una cultura de la comunicación y de la información, pero sin secretos, una cultura que todo lo muestra ya que es demasiado transparente. Es la obscenidad de la inmediatez de todas las acciones y de todos los acontecimientos. Es en esta obscenidad que llega su fin toda representación, toda creación.” – Jean Baudrillard
0 comentarios