por Miriam | 13 Abr, 2020 | Blog
Oprah Winfrey sufrió durante su infancia de abuso, maltrato y carencias. Hoy es una de las personas más respetadas en el mundo: Posee empresas de millones de dólares y es reconocida como una de las mujeres filántropas más influyentes. No sólo eso, también busca la manera de ofrecer recursos a la sociedad -en todos los niveles- para vencer barreras y enseñarles a tener una vida satisfactoria. Su dolorosa historia le ofreció herramientas para salir adelante, incluso más alto que la mayoría de la población mundial.
Nelson Mandela, antes de convertirse en presidente de Sudáfrica, estuvo preso por más de 25 años sometido a argumentos equivocados, siendo víctima de la injusticia del sistema penal. Al retomar su libertad, no sólo se convirtió en el dirigente más emblemático de su país, sino que demostró ser un digno embajador de los derechos humanos. Hoy gozamos de los privilegios por los que él lucho de manera pacífica sólo por nuestra condición de seres humanos.
J.K. Rowling tiene pocos recuerdos felices de su infancia y adolescencia. Múltiples cambios de residencia y la enfermedad de su madre, la orillaron a permanecer con una pareja que abusaba de ella. Se sentía, literalmente, un fracaso. Después del éxito que tuvo con los libros de Harry Potter (y sus respectivas películas y secuelas), se convirtió en billonaria; estatus al que renunció al donar gran parte de su fortuna a la caridad.
Si bien la habilidad de ser resilientes se le suele festejar exclusivamente a personas que son reconocidas a nivel internacional, es cierto que todos poseemos esa capacidad. Ni es necesario tener un renombre mundial, ni sobrevivir situaciones extremas para demostrar nuestra capacidad de salir adelante y vencer obstáculos. El resultado se demuestra de acuerdo con nuestra interpretación de los eventos: para algunos una ruptura amorosa puede ser devastadora, para otros un desastre natural y para todos una crisis económica. El impacto que tenga cada experiencia en nuestra historia y cómo la vivamos puede proveernos el impulso para salir adelante. La resiliencia es, más que una destreza, una necesidad de adaptarse y aprovechar la adversidad para crear ventajas. Ser resilientes no implica negar que existe un problema o los sentimientos que lo acompañan como miedo, tristeza o ansiedad; sino saber que existe luz al atravesar este camino tan complicado/empinado/incómodo/ doloroso. Es una cuestión de elección.
por Miriam | 12 Abr, 2020 | Blog
La cotidianidad ha cambiado: Las calles están vacías. Pocas personas se atreven a salir, y están protegidos por guantes, cubre bocas y caretas. El ambiente huele a alcohol en gel, y nadie se atreve a interactuar con otros. Esperamos volver a la “normalidad” (¿cuál normalidad? nunca hubo algo así), minimizando los efectos permanentes que esta pandemia puede traer.
¿A qué ha venido el virus? Si nos atrevemos a profundizar y dotar de significado nuestra realidad, podremos entender algunos fenómenos que se están desarrollando. Estamos “obligados” a pasar una gran cantidad de tiempo frente a las pantallas, pronto empezará a desistir parte de la población que asistía al gimnasio y ahora trata de mantener su condición desde casa. El refrigerador es la puerta que más seguido abrimos, y hemos modificado nuestros horarios de sueño. Los medios y la responsabilidad social nos ruegan que nos quedemos en casa, que nos aislemos y resolvamos todo a través de los dispositivos con los cuales “tratábamos” de limitar nuestra compañía. Bueno, finalmente lo tenemos: tiempo infinito para desperdiciar en Internet con contenido irreverente. La sobredosis de electrónicos nos hará evolucionar como seres encorvados, con ojos saltones y dedos incapaces de deshacer un nudo, sólo para typear. Seremos personas sedentarias, con respiración entrecortada y nos desenvolveremos torpemente “en vivo” con otros. Olvidaremos lo que es modelar nuestro comportamiento porque estamos con más gente. Dejaremos de lado todo lo que nos convierte en seres humanos y nos arraigaremos a lo que nos robotiza aislándonos de los demás.
Tal vez esto sea parte del plan del destino, del calentamiento global, el calendario maya o cualquier fe que profesemos: el mundo se va a acabar. Pero es preciso añadir a esa frase “como lo conocemos”. El mundo, como lo hemos conocido hasta hoy, tiene que acabarse. No es posible que nos convirtamos en el instrumento de la tecnología, recordemos que es ésta la que está a nuestro servicio y no a la inversa. Si no nos atrevemos a cambiar el cause de la corriente al que esta pandemia nos ha acorralado, olvidaremos lo que es ser humano. Tal vez esto sea un piloto del futuro que nos demuestra a nivel mundial que podríamos llegar a ser obsoletos. Es la suma de la evolución tecnológica junto con la debilidad humana que podría transformarnos. Dichosos aquellos que puedan sentir el sol en su piel, que puedan darle la mano a alguien o que todavía recuerdan el olores, pesos y texturas. Si bien aún no hemos descubierto por qué está esta pandemia aquí, no podemos permitir que su objetivo nos defina. Retomemos nuestra calidad irremplazable como humanidad para fijar nosotros el objetivo de nuestra vida.
“Temo el día en la tecnología sobrepase nuestra humanidad; el mundo sólo tendrá una generación de idiotas” Albert Einstein
por Miriam | 8 Abr, 2020 | Blog
Parte de llevar una rutina a cabo implica sentirnos productivos, eficientes y útiles: Realizar exitosamente un trabajo por el cual que recibamos un pago nos hace sentir valiosos. Acompletar las actividades extracurriculares de los hijos, nos permite saber que les estamos dando un desarrollo integral. Reír en una cena con los amigos nos demuestra que ocupamos un lugar irremplazable en nuestro círculo social, que le importamos a alguien. Cada una de estas actividades nos consolida como personas, nos recuerda los diferentes roles que jugamos y nos permite construirnos. Hacer un alto sin previo aviso a todas estas actividades puede cambiar nuestra autopercepeción… y con ello disminuir nuestra sensación de autoestima.
Estar ocupados durante el día nos hace evadir nuestras emociones en cierta medida, de manera que las dejamos fluir sin confrontarlas. Dejar a un lado el ajetreo y los horarios nos da tiempo de adentrarnos en nuestro ser. Así, tenemos oportunidad de observar más detenidamente y con mayor profundidad todo lo que se sacude en nuestra persona…. Aunque no estemos preparados.
El ambiente que se siente tenso e incierto -casi apocalíptico-, tener que convivir con nosotros sin distracciones, y la falta de rutina “normal”, suman la ecuación perfecta para resultar en una depresión. Es ahora el momento para usar nuestros recursos emocionales y psíquicos de manera que no nos desplomemos. Todas las fortalezas que hemos construido es ahora cuando debemos apoyarnos en ellas. Si siempre hacíamos ejercicio temprano, ahora no es el momento de parar. Si nuestros hijos solían estudiar por las mañanas, no es hoy el día para detenerlos. Es el momento exacto de ajustar nuestra rutina con las herramientas que nos han fortalecido y utilizar nuestros “ahorros” emocionales para salir adelante. No construyamos una depresión, reconstruyamos nuestro presente con la misma calidad que veíamos un futuro concreto.
por Miriam | 7 Abr, 2020 | Blog
Reconocer que vivimos en un país en el que podemos elegir en qué trabajar, con quién casarnos y a qué círculo social pertenecer se ha convertido en una obligación, en una cuestión de derechos humanos. Decidir cuándo ir al cine, dónde hacer una reunión o si deseamos caminar en la calle, poco a poco se ha transformado en recuerdos distantes, que inocentemente esperamos revivir con prontitud.
Sabemos que poseemos libertad, que somos seres relativamente independientes y autodeterminados. La constitución nacional nos alienta a elegir una cotidianidad según nuestras convicciones y necesidades, permitiéndonos tener cierta calidad de vida. Pero, ¿qué pasa cuando nuestra movilidad se ve afectada por una enfermedad que aún no padecemos? Cuando el objetivo es mantener nuestra salud y proteger a la comunidad, cuando las normas sociales e incluso las leyes políticas cambian, ¿continuamos siendo libres?
Para Nelson Mandela, ser libre no es sólo romper las cadenas propias, sino vivir respetando y mejorando la libertad de los demás. Es decir, que atendiendo el deber comunitario ejercemos nuestra libertad. Bob Dylan complementa esta idea nombrando “Héroe” a la persona que entiende la responsabilidad que conlleva el no tener ataduras. Entonces, podemos comprender la libertad como un compromiso con el otro en medida de nuestra propia supervivencia. El contagio masivo se ha vestido de responsabilidad social, sin estar necesariamente relacionado con las leyes nacionales ni con una cuestión de opresión, sino con la intención de avocarnos a nuestras propias elecciones.
El filósofo Voltaire pensó que la libertad deviene de uno, y que el hombre es libre en el momento que desee serlo… ¿será cierto? ¿aunque no continuar con nuestra rutina? Albert Camus, a través de su pensamiento existencialista, señala que la libertad no es más que la oportunidad de ser mejor persona. No tener limitaciones puede construirnos como seres humanos. Finalmente y apelando a la libertad, José Martí dice que el primer deber de un hombre es pensar por sí mismo. Quizás sea pensarse a sí mismo, por que en medida que se reconoce, es. Entonces, si reunimos estas ideas podemos entender que la libertad no existe a partir de las normas, de la falta de cadenas o de la voluntad, sino más bien desde el interior. De tener la opción de pensarnos como seres humanos capaces de mejorarnos y aportar a la sociedad. De tener el deber de ver hacia nuestro interior y encontrar ahí la libertad.
por Miriam | 2 Abr, 2020 | Blog
Cada persona necesita dinero para vivir. Sin excepción. Diversas circunstancias nos han obligado en una y otra ocasión a cambiar de trabajo, a duplicar el ingreso aumentando la carga de labores o a reducir los pequeños, e incluso gastos acostumbrados. Algunas crisis dañan empresas específicas, generando una reacción en cadena que afecta más negocios a su alcance. Pero hay casos en los que la ruptura del comercio es tan profunda que exige una transformación desde los cimientos hacia el resto de la estructura. Y eso genera incertidumbre. Y frustración. Y miedo. Y entonces nos convertimos en un cúmulo de emociones tormentosas, incapaces de dirigirnos asertivamente para mantener a nuestras familias a flote.
Como resultado, obtenemos la posibilidad de replantearnos todo el sistema. No será rápido, y tampoco será fácil, pero será la oportunidad de tener una economía libre y comunidades fortalecidas que honren la dignidad de cada persona compensando sus esfuerzos con justicia y construyendo la solidaridad entre los ciudadanos, como dice el ex-político Paul Ryan.
Cuando el mayor porcentaje de la economía mundial cae en picada y no tienen la más remota idea de si podrán levantarse o será una caída definitiva, una pequeña cantidad de empresas se levantan. En el lugar de enfocarnos en las pérdidas, levantemos la vista hacia aquellas que han despegado. Probablemente toda esta crisis ha venido a comprobarnos que el mundo va a cambiar, y si lo que mueve al mundo es el dinero, es ahí por dónde empezar. Si bien uno sólo de nosotros no es capaz de amortiguar la caída internacional de los valores, puede hacerse responsable por sus propios bolsillos, considerando el bienestar comunitario. Así que retomemos el camino, juntemos las fuerzas que quedan para decidir con inteligencia sobre lo que tenemos, y elegir dónde depositar nuestros esfuerzos para el futuro. Que esto aún no se acaba.
La economía frecuentemente no tiene nada que ver con la cantidad de dinero que se gasta, sino con la sabiduría que utilizamos para hacerlo. Henry Ford
por Miriam | 1 Abr, 2020 | Blog
Llevar una rutina que exhibe los mejores rasgos de uno mismo antes de salir de casa es algo que todos hacemos. Para algunos, son sagrados rituales sumamente detallados, para otros son meras necesidades de higiene, y para muchos implica la necesidad de verse agradable para las personas con las que convive. Lo que usamos y cómo nos gusta vestirnos señala lo que queremos proyectarle al entorno. La atención que ponemos a nuestra imagen revela cómo queremos ser vistos por los demás. De hecho, la identidad se expresa en los zapatos que elegimos y en el perfume que nos aromatiza, el cinturón que nos adorna y el pantalón que nos ajusta; cada estilo es único y refleja desde el tipo de actividades que realizamos hasta las aspiraciones más profundas.
Así, la imagen personal, al ser comparada con las tendencias de la industria de la moda, nos hace sentir que pertenecemos a un segmento de la comunidad, brindándonos la oportunidad de identificarnos con un grupo. A su vez, al sentirnos atraídos por un diseño específico nos diferenciamos del resto, demostrando que somos capaces de expresar nuestra personalidad a través de una combinación única. Entonces, vamos entretejiendo una relación con la sociedad a partir de nuestra identidad que se refleja en nuestra imagen en conjunto. Pero, ¿y si hoy no veo a nadie? ¿vale la pena dedicar tiempo adicional al clóset?
Es normal que cuando no existe una obligación para salir de casa -o al estar seguros que la salida en cuestión no implica muchas miradas- no pongamos el mismo énfasis en nuestra apariencia que al asistir a algún evento social. El resultado varía según la ocasión que se presenta (o en caso de que no se presente ninguna), pero la pregunta honesta es ¿para quién me arreglo? Es fácil perder el gusto por enfatizar la proyección del gusto personal si no existe una sociedad para reflejarse. La intención se distrae si el espejo social no nos devuelve la mirada. Recordemos que, aún sin la retroalimentación del entorno, tenemos la capacidad de vernos a nosotros mismos, de oler nuestro aroma, percibir la textura de la ropa. Aún sin nadie alrededor, tenemos la obligación de sentirnos cómodos ante nuestros propios ojos, no es necesario salir para estar a gusto con uno mismo; porque actuar de manera voluntaria para uno mismo demuestra amor propio y contagia positivismo.
La belleza comienza con la decisión de ser uno mismo
Coco Chanel