por Cristina Rodriguez | 29 May, 2020 | Blog
Se me ocurrió exponer en “criollo” que es un psicoanalista desde mi experiencia como analizante y analista. Básicamente el que escucha aquello bizarro, raro, elocuente, fantasmático, doloroso, fallido, intimo, etc.; aquello que cotidianamente es desoído por el entorno en general, despreciando su originalidad, soslayando el sufrimiento, aconsejando lo imposible, ocultado en secreto inconfesable, etc. A eso le da lugar un analista, para que el sujeto hablante diga de su subjetividad sin ser criticado, juzgado o dirigido. Para que en su decir se desplieguen las notas en donde se apoya su insatisfacción, miedos, dificultades, adicciones, angustias, etc.
La intención de esa escucha, excluida de impresiones personales del analista, apunta a ir destejiendo el sentido que sostiene por ejemplo un síntoma, una perdida, un sueño, un conflicto amoroso, etc. “Entre con una historia a mi análisis y salí con otra”, un buen ejemplo de una labor realizada. Un paciente me manifestó “Con vos aprendí a dudar”, y con ello a descreer de afirmaciones propias y ajenas que lo alienaban por su imposibilidad de ejecución. Un niño aterrado por los monstruos nocturnos, dejó de verse atemorizado por ellos cuando los dibujamos y encerramos en la historia clínica.
Otra paciente y sin medicación psiquiátrica, de alucinar la presencia abrumadora del más allá que venía a buscarla, pasó a soñar con su padre fallecido antes de nacer, se pudo pasar a otra cosa, más liviana para la vida por vivir. Una derivación por cierta fobia se resolvió al encontrar las coordenadas en un medio familiar asfixiante. Viñetas tendría muchas luego de más de 30 años de ejercicio de la profesión, pero mi intención es hacer saber cuál es la utilidad de un análisis, ya que el mismo es una técnica que ayuda a desmantelar el padecimiento psíquico.
Voy a continuar publicando en esta dirección, para romper el mito de la ortodoxia a ultranza del silencio del analista y el diván. La escucha analítica emerge, en un mundo donde la mayoría no puede escuchar la diferencia, lo extimio, el sinrazón.
por Miriam | 19 May, 2020 | Blog
Debido a diversas circunstancias podemos enfrentarnos en la necesidad de buscar una psicoterapia. Puede ser para tratar un problema específico o para profundizar en nuestra personalidad. Para entendernos o para entender a los otros. Para hacernos responsables de nuestras emociones o para conocer la dirección hacia la que debemos dirigirnos. Lo que sí es un hecho es que, ir a psicoterapia, implica una transformación personal paulatina.
Algunos piensan que buscar un ayuda con un profesional es lo mismo que escuchar la opinión de un amigo. Pero esto no es cierto. Si bien los amigos pueden aconsejarnos o contenernos, no son psicólogos. Inconscientemente, pediremos consejo al amigo soltero si queremos terminar una relación o al amante de los animales para saber si debemos adoptar una mascota, acercándonos a quien nos dirá lo que queremos escuchar. Sin querer, un amigo reaccionará desde su propia experiencia o emociones al decirnos “deberías ser…” o “lo que tú necesitas es…”, anulando nuestros sentimientos y nuestra situación particular. Aunque los amigos están para apoyarnos y pueden ser asertivos en muchas cosas, no son psicólogos y no necesariamente dirán lo que es lo mejor para cada quien.
Debido a su vocación y a los años de estudio, a sus prácticas profesionales y a su propio tratamiento emocional, un psicólogo es capaz de escuchar desde otra perspectiva, separar lo que sentimos de lo que decimos y ayudarnos a traducir nuestros deseos en objetivos claros. A través del tiempo, un terapeuta nos develará nuestro propio camino, y nos ayudará a construir una personalidad congruente con nuestra realidad. La psicoterapia no es un remedio mágico, toma tiempo c como cualquier solución permanente; pero al no ver resultados inmediatos, como si fuera una medicina, pensamos que el tratamiento no sirve. Pero no es así.
Si un psicólogo valora su trabajo y está consciente de su efectividad, no va a estar dispuesto a regalarlo. Dar la primera entrevista o alguna intervención que contenga una crisis es una manera de acercarse a los pacientes, pero un psicólogo profesional nunca puede devaluarse al dar consultas gratuitas.
Por esta y muchas otras razones, que se hacen más evidentes conforme se demuestran los cambios beneficiosos, un psicólogo merece recibir una paga; porque su trabajo no debe confundirse con un consejo amistoso. Al pagarle al especialista, le demostramos que su trabajo vale, y que está haciendo un efecto positivo en nuestra persona, que sí nos está llevando hacia donde queremos llegar. De esta manera, le reforzamos que tenemos confianza en su manera entendernos.
Al pagar por una sesión psicoterapéutica, nos esforzamos por trabajar en conjunto con el psicólogo, recordamos el trabajo que nos cuesta juntar el dinero para pagarle a alguien que tiene el único objetivo de ver por nuestro bienestar. Recordemos que, además, cada tratamiento es personalizado y construido artesanalmente, ya que nosotros no somos todos iguales.