Lecciones que deja el COVID-19

Lecciones que deja el COVID-19

Sin bien cada experiencia ha sido distinta durante la pandemia, es posible decir que inicialmente a todos nos oxigenó la pausa inicial. A cuatro meses del encierro (quizás para algunos más o menos), hay premisas que debemos tomar en cuenta para tener una existencia más satisfactoria: 

– Tener una reserva económica. Al ahorrar la cantidad de gastos para tres meses, podemos estar protegidos.

No tener “todos los huevos en la misma canasta”. Diversificar los ingresos familiares permite continuar obteniendo recursos aun si alguna fuente se ha agotado.

– La salud mental no tiene precio. Muchas condiciones psicológicas no tratadas se agravaron. Las emociones jugaron un papel fundamental, y se comprobó que estar contenido en un espacio psicoterapéutico permite continuar ante cualquier situación con mejores herramientas.

Saber de tecnología. A casi tres décadas de la divulgación de Internet es inminente que reconozcamos los medios digitales como recursos para el crecimiento.

Capacidad de adaptación. La flexibilidad se convirtió en una de las habilidades más deseadas, ya que poder sobrevivir en distintas circunstancias resulta indispensable.

Aprender a pasar tiempo en familia. Es común escuchar que se valora mucho el espacio familiar, pero pocas veces habríamos tenido la oportunidad de realmente vivirlo. Tener vínculos sanos es una manera de sobrepasar cualquier evento impredecible.

Nunca se es precavido de más. Extenuar las medidas de higiene es un método eficaz y preventivo que no implica demasiado esfuerzo y sus resultados son muy favorables.

Hay muchas otras lecciones que el Coronavirus nos ha dejado, sabemos que cada experiencia es única. Les invitamos a contribuir con sus propios aprendizajes para reconstruir la vida que nos espera.

 

Ansiedad: ¿Qué es y cómo manejarla?

Ansiedad: ¿Qué es y cómo manejarla?

Es una respuesta emocional y física frente a situaciones que se consideran peligrosas. Variará según el estímulo que la produzca, y suele venir acompañada de sentimientos de inquietud, recelo, miedo y nerviosismo. La ansiedad nos sirve para poder reaccionar en momentos difíciles. Nos puede servir como ayuda para escapar de un peligro o como energía para completar tareas pendientes.

En su justa medida es útil y necesaria, es un mecanismo defensa y por tanto no es negativa necesariamente. Por tanto, no hay que suprimirla, sino aprender a controlarla.

La ansiedad puede ser problemática cuando los síntomas son: graves y desagradables, duran mucho tiempo, ocurren con mucha frecuencia, ocurren en situaciones que no debiesen ser estresantes, impidan hacer cosas que se quieren realizar.

Durante este tiempo de pandemia es esperable que muchos aumenten sus niveles de ansiedad, frente a la angustia de desconocer lo que vendrá a futuro y por el encierro, en dónde el cambio de estilo de vida y el confinamiento puede elevar y mantener por más tiempo del común la ansiedad.

¿Cómo se puede manejar?

Lo primero es impedir que siga aumentando. Para eso puede:

  • Hacer algo de ejercicio: No es necesario que sea muy intenso si no es de su agrado, sino más bien busque alguna actividad física que le sea placentera como el baile o movimientos de elongación.
  • Encuentre tiempo para usted mismo y hacer algo placentero: gaste su tiempo en realizar algún pasatiempo como leer, tejer, hacer manualidades, juegos de mesa, toque un instrumento musical, pinte, etc. Trate de disfrutar su tiempo libre en actividades que no requieran el uso de pantallas, ya que, con el teletrabajo y el estudio online, ya se gastan muchas horas del día frente a una pantalla, que a la larga pueden aumentar sus niveles de estrés y ansiedad. Si gasta su tiempo libro haciendo actividades que le agrada y disfruta, no se dará cuanta como pasan los días y bajarán sus niveles de ansiedad.
  • Póngase objetivos realistas, que pueda seguir: sea más flexible con sus hijos, pareja y usted mismo. Es importante seguir una rutina diaria, pero no se frustre si no cumple la rutina a la perfección dentro del tiempo que estimó para ello. Propóngase objetivos de tiempo más flexibles y que crea capaz de seguir en tiempos cortos.
  • Note cuando empieza a sentir niveles elevados ansiedad y distraiga su atención: respire profundamente y pausado, mire detalles del entorno, etc. Una vez que se sienta más calmado continúe con lo que estaba haciendo.
Volver a la normalidad

Volver a la normalidad

Ideas apocalípticas nos invaden y teorías conspiracionales rigen las conversaciones. Ya antes hemos pensado que ESTE es el fin del mundo. Las ideas fatalistas se anidan cuando encuentran un espacio de inseguridad. Nuestro cerebro responde de manera exagerada ante la incertidumbre, y nos llena con hipótesis que, más que ayudar, nos generan ansiedad.

La realidad es que las pandemias siempre han existido, cada siglo alguna ha terminado con un porcentaje de la población. Esta vez, la tecnología es nuestra desventaja. La capacidad de desplazamiento y, por ende, de dispersión, es mucho más rápida y en mayores cantidades.

Todo este panorama nos obliga a cuestionarnos si será posible volver a la normalidad. Y, sobre todo, cuándo lo haremos. ¿Cuándo se reestablecerá la rutina, la economía? ¿y la libertad? La mayoría de las personas enfrentan crisis económicas que podrían resultar fatales, y repercuten a su alrededor casi como el mismo virus. Algunos sistemas colapsan, puesto que los extremos se instauran ante la crisis. El equilibrio social es irrumpido por ideologías radicales que nos obligan a elegir.

Sentimos que nunca más vamos a hacer la cosas que antes disfrutábamos, “cuando todo era normal”. No se trata de lo lejanas que nos quedan desde hace unos meses para atrás, sino que la incertidumbre que las coloca inalcanzables en el futuro. Vivimos cubiertos por cubrebocas que nos impiden ver nuestros rostros sin dejarnos demostrar quienes somos. Los guantes en las manos nos aíslan del mundo sensorial, nos impiden conectarnos con lo que tocamos. Nuestros medios de comunicación con el entorno están fisurados. Parecemos copias unos de los otros, todos nos vemos iguales, y sentimos las mismas ganas de alejarnos de los demás. Nos hemos convertido en seres sin rostro, sin sensaciones, sin tacto. Nos estamos estamos despojando de nuestra individualidad. Deshumánizandonos.

Hoy, el problema sería querer volver a la normalidad. Nuestro “normal” es hoy, lo que tenemos en este momento. Ya no se trata de pasar una pandemia mundial para volver al ayer, sino de interpretarla como una etapa de cambio. Esta no es la normalidad que queremos, dejemos de insistir en hacer lo mismo que hacíamos hacer dos meses. Reconocer que el enemigo invisible, del que no podemos vengarnos, tiene un alcance sin límite. No volvamos a la normalidad. Retomemos, mejor, la humanidad. Seamos seres flexibles capaces de adaptarnos a los nuevos retos que esta transición implica, y creemos una nueva “normalidad”. 

“Se de una revolución universal, que solamente exige que el hombre ensalce sus propios valores, y se convierta en el dominador, en vez de ser la víctima del ambiente que él mismo ha creado” María Montessori, 1949