Ser Inquebrantable

Ser Inquebrantable

A veces porque no nos es posible por factores ajenos a nosotros, pero muchas otras porque hay factores emocionales que no nos lo permiten, factores como el miedo, la pereza, el escepticismo, la inferioridad, la rabia, el orgullo, etc.

Por ejemplo, la meta de tener una relación de pareja armónica a veces es coartada por el orgullo, los celos o la rabia; la meta de emprender un negocio en ocasiones es coartada por el miedo, el escepticismo o la ignorancia, la meta de tener un cuerpo atlético es coartada por la pereza, la desconfianza o la falta de voluntad en una dieta; por mencionar algunos.

Todos los seres humanos deseamos calidad y nivel de vida, pero esta calidad y nivel de vida dependen completamente de nuestra forma de pensar. Todo lo que sentimos y todo lo que entendemos acerca de la existencia, del prójimo y aún de nosotros mismos no es más que una interpretación normalmente equivocada, normalmente falsa, que depende directamente de nuestro nivel de inteligencia, si usted piensa bien su vida está bien, si usted piensa mal, su vida está mal, de tal forma, que la prioridad en la vida de un individuo debe estar enfocada más que al triunfo económico, estético y social, al desarrollo de su propia inteligencia y del orden lógico de sus pensamientos, de esta forma tanto el nivel como la calidad de vida en un ser humano será solo una consecuencia de su nivel intelectual. (Martín Aparicio)

El sentido de la vida

El sentido de la vida

La mayoría de la población mundial se enfrenta a circunstancias extremas que no había experimentado antes: limitación de movilidad, normas estrictas, condiciones de salud amenazantes, restricciones en las compras, encierro “involuntario”. Cada día nuestra salud mental se siente más amenazada, ya que no podemos retomar la rutina que habíamos logrado construir. Y, peor aún, la ansiedad nos invade si no sabemos cuándo cambiarán las circunstancias. Los medios nos invaden con negativismo o burlas, respuestas contradictorias y teorías conspirativas. Mientras tanto, ¿qué hago conmigo?

Viktor Frankl fue un reconocido filósofo y psiquiatra durante la década de 1920. Fue creador de la logoterapia, corriente de la psicología que se enfoca en definir, desde los deseos internos del paciente, un sentido y dirigirlo a su encuentro por medio del análisis personal. Sus aportaciones al área del desarrollo humano se vieron detenidas en 1942, cuando fue capturado por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial. Durante tres años fue trasladado de un campo de concentración a otro en condiciones deplorables: famélico, colmado de incertidumbre, minimizado e incluso desprendido de su propia humanidad debido al maltrato de los soldados. En 1945, al término o de la guerra, es liberado de su desgracia, y trata de encontrar a sus familiares. Al descubrir que ninguno pudo sobrevivir, comienza a darle forma a su libro El hombre en busca de sentido, obra que ha trascendido para el desarrollo personal de muchas maneras.

En su libro explora las diferentes etapas de sus emociones, de su soledad y preocupación por la humanidad al haber sido víctima de los soldados nazis. Así, logra fortalecer su teoría de la logoterapia. Lo más trascendental es, según su legado, que logró encontrar el sentido de su propia vida en condiciones infrahumanas: “Diario, a todas horas, se ofrecía la oportunidad de tomar una decisión, decisión que determinaba si uno se sometería o no a las fuerzas que amenazaban con arrebatarle su yo más íntimo, la libertad interna”, menciona Frankl en su libro. Él fue capaz de elegir el sentido, y nos demuestra que todos podemos hallarlo en cualquier circunstancia.

Lo que de verdad necesitamos es un cambio radical en nuestra actitud hacia la vida. Tenemos que aprender por nosotros mismos y después, enseñar a los desesperados que en realidad no importa que no esperemos nada de la vida, sino si la vida espera algo de nosotros”, Viktor Frankl, padre de la logoterapia y sobreviviente de la Segunda Guerra Mundial.

Sobre dejarnos llevar…

Sobre dejarnos llevar…

La única certeza que tenemos es que vamos hacia adelante y que el camino eventualmente se termina. Lo que llamamos “vida” es el trayecto que transitamos: no podemos ir para atrás y tampoco podemos evitar llegar al final. Nos convertimos en cúmulo de experiencias adquiridas, y nos van marcando el paso a diferentes velocidades. Dejarnos llevar implica aceptar una nueva realidad y dejar de preguntarnos cuándo volveremos a la normalidad, a la vida de antes. La pandemia por la que atravesamos de manera individual y colectiva cambiará la economía, la educación, la interacción, y también a cada uno de nosotros como seres humanos. Pensar que cuando sea encontrada la cura o detenido el contagio volveremos a “lo de antes”, sería mentirnos. No es conveniente regresar al camino anterior después de  una transformación masiva.

Es imposible conocer el futuro, y desde hace algunos meses se esboza más borroso e incierto. Es momento de aceptar el presente, de abrazarlo más que seguir lidiando con él. No tenemos posibilidad alguna de ganar la lucha contra una corriente mundial e invisible. Está bien si nos sentimos ansiosos. Está bien tener miedo. Está bien no querer ser productivos. Es un momento de crisis. Es una oportunidad para explorar qué sentimos y contactar con nosotros mismos.

Abraham Maslow postula que en medida que nuestras necesidades básicas, como las fisiológicas o las de seguridad, estén cubiertas podemos elevar nuestra sensación de bienestar hasta llegar a la autorrealización, lo que nos permite entender cada instante. En cualquier clase de circunstancia. En medida que nos dejemos llevar por la nueva realidad y explotemos nuestra capacidad de adaptación y flexibilidad, seremos capaces de empezar a disfrutar. La habilidad de fluir y rendir no depende del medio, sino de la persona. En medida que entendamos que, por el momento, sólo tenemos el presente seremos capaces de comenzar a escalar por la pirámide hasta la paz.

“Fluir es estar completamente involucrado en una actividad por su propio desarrollo. El ego se desprende -cae lejos-. El tiempo vuela. Cada acción, movimiento y pensamiento continúa inevitablemente a la previa, como tocar jazz”. Mikhail Csitzenmikhaili