Ser resilientes

Ser resilientes

Oprah Winfrey sufrió durante su infancia de abuso, maltrato y carencias. Hoy es una de las personas más respetadas en el mundo: Posee empresas de millones de dólares y es reconocida como una de las mujeres filántropas más influyentes. No sólo eso, también busca la manera de ofrecer recursos a la sociedad -en todos los niveles- para vencer barreras y enseñarles a tener una vida satisfactoria. Su dolorosa historia le ofreció herramientas para salir adelante, incluso más alto que la mayoría de la población mundial.

Nelson Mandela, antes de convertirse en presidente de Sudáfrica, estuvo preso por más de 25 años sometido a argumentos equivocados, siendo víctima de la injusticia del sistema penal. Al retomar su libertad, no sólo se convirtió en el dirigente más emblemático de su país, sino que demostró ser un digno embajador de los derechos humanos. Hoy gozamos de los privilegios por los que él lucho de manera pacífica sólo por nuestra condición de seres humanos.

J.K. Rowling tiene pocos recuerdos felices de su infancia y adolescencia. Múltiples cambios de residencia y la enfermedad de su madre, la orillaron a permanecer con una pareja que abusaba de ella. Se sentía, literalmente, un fracaso. Después del éxito que tuvo con los libros de Harry Potter (y sus respectivas películas y secuelas), se convirtió en billonaria; estatus al que renunció al donar gran parte de su fortuna a la caridad.

Si bien la habilidad de ser resilientes se le suele festejar exclusivamente a personas que son reconocidas a nivel internacional, es cierto que todos poseemos esa capacidad. Ni es necesario tener un renombre mundial, ni sobrevivir situaciones extremas para demostrar nuestra capacidad de salir adelante y vencer obstáculos. El resultado se demuestra de acuerdo con nuestra interpretación de los eventos: para algunos una ruptura amorosa puede ser devastadora, para otros un desastre natural y para todos una crisis económica. El impacto que tenga cada experiencia en nuestra historia y cómo la vivamos puede proveernos el impulso para salir adelante. La resiliencia es, más que una destreza, una necesidad de adaptarse y aprovechar la adversidad para crear ventajas. Ser resilientes no implica negar que existe un problema o los sentimientos que lo acompañan como miedo, tristeza o ansiedad; sino saber que existe luz al atravesar este camino tan complicado/empinado/incómodo/ doloroso. Es una cuestión de elección.

Sobrevivir la crisis económica

Sobrevivir la crisis económica

Cada persona necesita dinero para vivir. Sin excepción. Diversas circunstancias nos han obligado en una y otra ocasión a cambiar de trabajo, a duplicar el ingreso aumentando la carga de labores o a reducir los pequeños, e incluso gastos acostumbrados. Algunas crisis dañan empresas específicas, generando una reacción en cadena que afecta más negocios a su alcance. Pero hay casos en los que la ruptura del comercio es tan profunda que exige una transformación desde los cimientos hacia el resto de la estructura. Y eso genera incertidumbre. Y frustración. Y miedo. Y entonces nos convertimos en un cúmulo de emociones tormentosas, incapaces de dirigirnos asertivamente para mantener a nuestras familias a flote.

Como resultado, obtenemos la posibilidad de replantearnos todo el sistema. No será rápido, y tampoco será fácil, pero será la oportunidad de tener una economía libre y comunidades fortalecidas que honren la dignidad de cada persona compensando sus esfuerzos con justicia y construyendo la solidaridad entre los ciudadanos, como dice el ex-político Paul Ryan.

Cuando el mayor porcentaje de la economía mundial cae en picada y no tienen la más remota idea de si podrán levantarse o será una caída definitiva, una pequeña cantidad de empresas se levantan. En el lugar de enfocarnos en las pérdidas, levantemos la vista hacia aquellas que han despegado. Probablemente toda esta crisis ha venido a comprobarnos que el mundo va a cambiar, y si lo que mueve al mundo es el dinero, es ahí por dónde empezar. Si bien uno sólo de nosotros no es capaz de amortiguar la caída internacional de los valores, puede hacerse responsable por sus propios bolsillos, considerando el bienestar comunitario. Así que retomemos el camino, juntemos las fuerzas que quedan para decidir con inteligencia sobre lo que tenemos, y elegir dónde depositar nuestros esfuerzos para el futuro. Que esto aún no se acaba.

La economía frecuentemente no tiene nada que ver con la cantidad de dinero que se gasta, sino con la sabiduría que utilizamos para hacerlo. Henry Ford

Hacer una pausa

Hacer una pausa

Vivimos desbordados de compromisos, trabajo y tráfico. Los requerimientos para “estar bien” nos desbordan de manera temporal y emocional… La pausa “obligada” a la que estamos sometidos puede tener mayores beneficios de lo que pensamos.

¡Alto a todos! Dictaminaron los noticieros. Dejen de moverse, suspendan sus rutinas, recomendó la sociedad. Eviten a toda costa el contacto social. Limiten las salidas de casa. #yomequedoencasa #quedateencasa nos recuerdan las redes sociales para evitar el contagio. Los colegios, comercios y trabajadores buscan la manera de adaptarse para que nos quedemos resguardados. Sabemos que el aislamiento es la única medida efectiva para evitar el contagio masivo, pero ¿qué pasa en nuestro interior cuando se acalla el ruido exterior?

Acostumbrados al ritmo citadino que nos exige estar en un lugar a una hora específica a pesar del tráfico, luchando por completar pendientes que siempre son sucedidos por otros, rara vez tenemos la oportunidad de estar con nosotros mismos. No estamos acostumbrados a escucharnos, nos cuesta trabajo convivir con nuestras propias familias, y ni se diga con nosotros mismos. El trabajo sirve, sí para mantenernos, pero también para distraernos de nuestros pensamientos. El cuerpo nos habla, y no sabemos escucharlo, por eso llegan los síntomas. Estamos tan apresurados por cumplir con tareas interminables que casi nunca tenemos la oportunidad de sentirnos como seres humanos, de afrontar nuestras necesidades individuales.

Hoy hay menos ruido en las calles. Hoy no tenemos que atravesar la jungla de automóviles para llegar a ningún lugar. Hoy es momento de hacer una pausa, de escuchar la paz. Aprovechemos esta circunstancia para conectarnos con nuestros pensamientos. Silenciemos los memes que llegan repetidos en los chats y detengamos la serie, que seguirá esperando cuando queramos retomarla, para darnos un instante.

¿Qué pasa cuando nos escuchamos? ¿si no hay ruido para interrumpir el camino de nuestras emociones hacia nuestra conciencia? ¿cuando no tenemos pendientes para anestesiar nuestro humor? Podríamos llegar a profundizar en nuestro ser y, en base a nuestro autoconocimiento, tomar mejores decisiones. Hoy tenemos la oportunidad de dejar de llenarnos del exceso exterior para tocar nuestras emociones. Encontremos en la crisis el área de oportunidad, cedámosle el turno al optimismo. Podemos sentir, meditar, relajarnos, dormir cinco minutos más. Disfrutemos nuestra estancia en casa, amemos el techo y el cuerpo en el que vivimos, abracemos nuestra mente como un hogar. Organicemos los cajones y los closets, acomodemos las repisas, liberemos las emociones estancadas y responsabilicémonos por nuestro desorden. Tal vez sea un buen pretexto para ordenar nuestro interior también. Es momento de aprovechar los recursos tecnológicos para aprender sobre el tema que siempre nos había interesado, para ver las fotos viejas con la familia y, ¿por qué no? también para explorarnos como seres humanos. Tenemos tiempo, vivámoslo al máximo (desde casa, por supuesto).

PAUSA
Mario Benedetti

De vez en cuando hay que hacer una pausa
contemplarse a sí mismo sin la fruición cotidiana
examinar el pasado rubro por rubro etapa por etapa baldosa por baldosa
y no llorarse las mentiras sino cantarse las verdades.