“De pareja vinimos, y en pareja hay que terminar”, canta Ricardo Arjona a la vez que fortalece nuestra búsqueda de compañía amorosa. Noé eligió cuidadosamente parejas de animales para llenar el arca con la que repoblaría al mundo. Como estas, existen muchas otras ideas que permean el inconsciente colectivo obligándonos a pensar que debemos encontrar a nuestra contraparte. En el camino de la vida nos hemos topado con seres con quienes hemos logrado construir un futuro y cumplir proyectos, quienes nos han motivado a ser mejores personas o con quienes simplemente hemos compartido momentos incomparables. En ocasiones, la otra persona puede llegar a esfumarse y, resulta innegable que resulta en un proceso doloroso.
Enojo, culpa, tristeza y depresión, son algunos de los sentimientos que acompañan una ruptura amorosa. Millones de sueños se derrumban, las fantasías se convierten en trizas e incluso, es posible llegar a sentir que no tenemos el mismo valor como seres humanos si la otra persona no se encuentra a nuestro lado. Incluso, tener a “ese ex” es un sinónimo de desconfianza en el resto de las potenciales parejas y de una sombra que acompaña en la búsqueda de compañía.
A partir del amor, construimos un vínculo con la otra persona, fuimos testigos de lo que esta poderosa fuerza puede crear. ¿Por qué abandonarlo? Dejar ir a la persona con finalizamos proyectos, compartimos momentos alegres y aprendimos a ser mejores humanos, no implica que todos esos recuerdos deban ser aislados, o incluso odiados. Transitar por la vida con el amor, nos dio muchas más aportaciones de las que nos restó al irse, es el reto que requerimos cumplir cuando se curen las heridas.
La depresión surge cuando tratamos de aferrarnos a quienes nosotros fuimos mientras estuvimos con la otra persona. El tiempo es el mejor maestro para demostrarnos que uno sigue consigo mismo, y que toda la plenitud que alcanzamos continúa existiendo en nuestro ser. Querer olvidar al “ex”, implica anular la propia historia, dejar a un lado todo el crecimiento que ocurrió a raíz de la interacción y de la convivencia, así como de la ruptura. En algunos casos, llega a ser tan abrumador y doloroso que es necesario acudir con un especialista para que nos recuerde lo mucho que tenemos para ofrecernos.
Al reconciliarnos con el otro, y con la idea de que lo que hemos perdido, seremos capaces de reencontrarnos con nosotros mismos. De esta manera, comprenderemos que las experiencias que creamos y el legado que nos deja resulta más trascendental que el dolor en sí mismo. Quedarnos sin pareja no es una razón suficiente para dejar de amarnos.
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