La única certeza que tenemos es que vamos hacia adelante y que el camino eventualmente se termina. Lo que llamamos “vida” es el trayecto que transitamos: no podemos ir para atrás y tampoco podemos evitar llegar al final. Nos convertimos en cúmulo de experiencias adquiridas, y nos van marcando el paso a diferentes velocidades. Dejarnos llevar implica aceptar una nueva realidad y dejar de preguntarnos cuándo volveremos a la normalidad, a la vida de antes. La pandemia por la que atravesamos de manera individual y colectiva cambiará la economía, la educación, la interacción, y también a cada uno de nosotros como seres humanos. Pensar que cuando sea encontrada la cura o detenido el contagio volveremos a “lo de antes”, sería mentirnos. No es conveniente regresar al camino anterior después de una transformación masiva.
Es imposible conocer el futuro, y desde hace algunos meses se esboza más borroso e incierto. Es momento de aceptar el presente, de abrazarlo más que seguir lidiando con él. No tenemos posibilidad alguna de ganar la lucha contra una corriente mundial e invisible. Está bien si nos sentimos ansiosos. Está bien tener miedo. Está bien no querer ser productivos. Es un momento de crisis. Es una oportunidad para explorar qué sentimos y contactar con nosotros mismos.
Abraham Maslow postula que en medida que nuestras necesidades básicas, como las fisiológicas o las de seguridad, estén cubiertas podemos elevar nuestra sensación de bienestar hasta llegar a la autorrealización, lo que nos permite entender cada instante. En cualquier clase de circunstancia. En medida que nos dejemos llevar por la nueva realidad y explotemos nuestra capacidad de adaptación y flexibilidad, seremos capaces de empezar a disfrutar. La habilidad de fluir y rendir no depende del medio, sino de la persona. En medida que entendamos que, por el momento, sólo tenemos el presente seremos capaces de comenzar a escalar por la pirámide hasta la paz.
“Fluir es estar completamente involucrado en una actividad por su propio desarrollo. El ego se desprende -cae lejos-. El tiempo vuela. Cada acción, movimiento y pensamiento continúa inevitablemente a la previa, como tocar jazz”. Mikhail Csitzenmikhaili
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