¡Pero qué ansiedad!

por 30 Mar, 20200 Comentarios

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La vida nos presenta diferentes situaciones con las que debemos lidiar… y nuestra capacidad humana tiene varias maneras de responder a ellas.

Imprevistos, contratiempos y eventos no planeados son solo algunas de ejemplos que nos hacen perder el control de nuestra rutina, pero que de una u otra manera debemos afrontar. Cada uno de estos eventos nos genera diferentes emociones, generalmente frustración o cambios de humor, y en la mayoría de los casos hay denominador común: la ansiedad.

De acuerdo con la Real Academia de la Lengua Española, se define como un estado de agitación o inquietud en el ánimo, traducida en angustia que no permite encontrar alivio. Y según las experiencias de las personas, es una sensación incómoda que nos impide funcionar adecuadamente debido a la sudoración, palpitaciones y pensamientos recurrentes (muchas veces fatalistas) que acarrea.

La ansiedad es una respuesta involuntaria que se desencadena de manera neurológica, fisiológica y psicológica ante los situaciones que nos estresan. Estos estímulos pueden ser imaginarios, como pensar en “hubieras” que nos angustien o hipótesis fatalistas; o también pueden ser desencadenados por hechos reales, como el tráfico o una crisis laboral. Si bien no existe una única manera de disparar la ansiedad, es muy fácil que se incremente y nos impida tener claridad.

En otras ocasiones la tenemos latente, aún no ha sido dirigida a un evento o a un pensamiento específico, pero hay algo en nuestro interior que nos inquieta. Entonces es cuando empezamos a buscar distractores, a veces en el refrigerador, a veces en el celular, que anestesien estos pequeños disparos de ansiedad. Incluso, es común confundirla con el aburrimiento o el ocio. Cuando tenemos el espacio para contactarnos con nosotros mismos, puede surgir de manera inesperada, ya que no siempre es fácil adentrarse en el interior y re-conocer aspectos ocultos de nosotros.

Lo que siempre resulta útil es identificar qué la dispara y hacer consciencia de lo que sentimos, de manera que dimensionemos el evento de la reacción. Así evitaremos conductas exageradas. Una clave efectiva es detener el pensamiento que nos inquieta y cuestionarnos si realmente es posible que ocurra. Después de responder “sí”, preguntémonos si es probable que eso pase: con ello le daremos cabida a la racionalidad que tendrá la función de disminuir radicalmente la ansiedad. Otro método efectivo es aprender técnicas de respiración que estén enfocadas en el presente, de manera que le restan atención a las sensaciones que nos inquietan.

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Miriam Suárez

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