Antes de la pandemia muchos psicólogos y pacientes se daban el lujo de cuestionarse si era o no rentable dar sesiones a través de las pantallas. Hoy no es una opción. Quienes quieren continuar o iniciar un tratamiento requieren hacerlo a través de las herramientas que internet nos provee: resulta incierto cuándo retomar una psicoterapia cara a cara. No sólo nos sometemos ante las inclemencias del virus, sino que también transformamos nuestra manera de trabajar. Y a partir de esta “crisis” lograremos replantear la comodidad de trabajar en línea.
Honestamente, ¿sirve la psicoterapia en línea?
Sí. Tiene prácticamente la misma efectividad que un tratamiento normal, siempre y cuando tanto el psicólogo como el paciente estén comprometidos y su relación terapéutica funcione (lo que es fundamental en cualquier proceso). La limitación existe en cuanto a casos excepcionales que requieran atención psiquiátrica más compleja. Pero, es posible tratar afecciones menores, aún que impliquen fármacos, que son las más comunes.
¿Qué ventajas tiene?
Además de que evita el tiempo y el costo de traslado, por lo general el rango de precios es más barato que una terapia presencial. Por ello, es más fácil seguir el tratamiento y lograr los objetivos del paciente. Además, tiene la ventaja de ser accesible a personas con limitaciones físicas o con dificultades de movilidad.
¿Y los contras?
Lo primero es que es necesaria una conexión suficientemente eficaz a Internet y una plataforma cómoda para ambos. Es cierto que se pierde en cierta medida el lenguaje no verbal, pero los psicólogos suficientemente ávidos son capaces de traspasar esta barrera.
Entonces, ¿vale la pena?
Definitivamente. Más que por los beneficios que ofrece a favor de los pocos contras, porque está ocurriendo una revolución a nivel social que nos invita convertir a la tecnología en nuestro aliado. No nos quedemos fuera de la evolución.
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