Muchas veces se las percibe como insensibles o frías, indiferentes o demasiado autoritarias (en el ámbito laboral), otras veces se las percibe como tímidas y sumisas, lo cual encaja con el rol que les asigna la sociedad, por lo que ni si quiera se plantea que tengan un trastorno.
Si tenemos en cuenta que Hans Asperger fue el que elaboró los criterios diagnósticos y que para ello se basó en su investigación, en la cual todos los sujetos eran hombres pero ninguna mujer, podremos entender que los instrumentos de detección y diagnóstico de los TEA pueden estar validados para identificar síntomas en el caso de los hombres, pero pueden no ser sensibles a la sintomatología en el caso de las mujeres.
Las mujeres también pasan más desapercibidas porque se asume que sus síntomas son de timidez, y como esto se asocia con la sumisión de la mujer se percibe mejor por la sociedad, lo mismo ocurre cuando la mujer con TEA presenta problemas de baja autoestima y esto no se identifica como un síntoma del trastorno autista, sino que se piensa que “a todas las mujeres les pasa”.
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