La cotidianidad ha cambiado: Las calles están vacías. Pocas personas se atreven a salir, y están protegidos por guantes, cubre bocas y caretas. El ambiente huele a alcohol en gel, y nadie se atreve a interactuar con otros. Esperamos volver a la “normalidad” (¿cuál normalidad? nunca hubo algo así), minimizando los efectos permanentes que esta pandemia puede traer.
¿A qué ha venido el virus? Si nos atrevemos a profundizar y dotar de significado nuestra realidad, podremos entender algunos fenómenos que se están desarrollando. Estamos “obligados” a pasar una gran cantidad de tiempo frente a las pantallas, pronto empezará a desistir parte de la población que asistía al gimnasio y ahora trata de mantener su condición desde casa. El refrigerador es la puerta que más seguido abrimos, y hemos modificado nuestros horarios de sueño. Los medios y la responsabilidad social nos ruegan que nos quedemos en casa, que nos aislemos y resolvamos todo a través de los dispositivos con los cuales “tratábamos” de limitar nuestra compañía. Bueno, finalmente lo tenemos: tiempo infinito para desperdiciar en Internet con contenido irreverente. La sobredosis de electrónicos nos hará evolucionar como seres encorvados, con ojos saltones y dedos incapaces de deshacer un nudo, sólo para typear. Seremos personas sedentarias, con respiración entrecortada y nos desenvolveremos torpemente “en vivo” con otros. Olvidaremos lo que es modelar nuestro comportamiento porque estamos con más gente. Dejaremos de lado todo lo que nos convierte en seres humanos y nos arraigaremos a lo que nos robotiza aislándonos de los demás.
Tal vez esto sea parte del plan del destino, del calentamiento global, el calendario maya o cualquier fe que profesemos: el mundo se va a acabar. Pero es preciso añadir a esa frase “como lo conocemos”. El mundo, como lo hemos conocido hasta hoy, tiene que acabarse. No es posible que nos convirtamos en el instrumento de la tecnología, recordemos que es ésta la que está a nuestro servicio y no a la inversa. Si no nos atrevemos a cambiar el cause de la corriente al que esta pandemia nos ha acorralado, olvidaremos lo que es ser humano. Tal vez esto sea un piloto del futuro que nos demuestra a nivel mundial que podríamos llegar a ser obsoletos. Es la suma de la evolución tecnológica junto con la debilidad humana que podría transformarnos. Dichosos aquellos que puedan sentir el sol en su piel, que puedan darle la mano a alguien o que todavía recuerdan el olores, pesos y texturas. Si bien aún no hemos descubierto por qué está esta pandemia aquí, no podemos permitir que su objetivo nos defina. Retomemos nuestra calidad irremplazable como humanidad para fijar nosotros el objetivo de nuestra vida.
“Temo el día en la tecnología sobrepase nuestra humanidad; el mundo sólo tendrá una generación de idiotas” Albert Einstein
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