Llevar una rutina que exhibe los mejores rasgos de uno mismo antes de salir de casa es algo que todos hacemos. Para algunos, son sagrados rituales sumamente detallados, para otros son meras necesidades de higiene, y para muchos implica la necesidad de verse agradable para las personas con las que convive. Lo que usamos y cómo nos gusta vestirnos señala lo que queremos proyectarle al entorno. La atención que ponemos a nuestra imagen revela cómo queremos ser vistos por los demás. De hecho, la identidad se expresa en los zapatos que elegimos y en el perfume que nos aromatiza, el cinturón que nos adorna y el pantalón que nos ajusta; cada estilo es único y refleja desde el tipo de actividades que realizamos hasta las aspiraciones más profundas.
Así, la imagen personal, al ser comparada con las tendencias de la industria de la moda, nos hace sentir que pertenecemos a un segmento de la comunidad, brindándonos la oportunidad de identificarnos con un grupo. A su vez, al sentirnos atraídos por un diseño específico nos diferenciamos del resto, demostrando que somos capaces de expresar nuestra personalidad a través de una combinación única. Entonces, vamos entretejiendo una relación con la sociedad a partir de nuestra identidad que se refleja en nuestra imagen en conjunto. Pero, ¿y si hoy no veo a nadie? ¿vale la pena dedicar tiempo adicional al clóset?
Es normal que cuando no existe una obligación para salir de casa -o al estar seguros que la salida en cuestión no implica muchas miradas- no pongamos el mismo énfasis en nuestra apariencia que al asistir a algún evento social. El resultado varía según la ocasión que se presenta (o en caso de que no se presente ninguna), pero la pregunta honesta es ¿para quién me arreglo? Es fácil perder el gusto por enfatizar la proyección del gusto personal si no existe una sociedad para reflejarse. La intención se distrae si el espejo social no nos devuelve la mirada. Recordemos que, aún sin la retroalimentación del entorno, tenemos la capacidad de vernos a nosotros mismos, de oler nuestro aroma, percibir la textura de la ropa. Aún sin nadie alrededor, tenemos la obligación de sentirnos cómodos ante nuestros propios ojos, no es necesario salir para estar a gusto con uno mismo; porque actuar de manera voluntaria para uno mismo demuestra amor propio y contagia positivismo.
La belleza comienza con la decisión de ser uno mismo
Coco Chanel
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